Edición España: I Norma Editorial (may. 2004); II Planeta DeAgostini (jun. 2010).
Guión: Paul Pope.
Dibujo: Paul Pope.
Entintado: Paul Pope.
Portadas: Paul Pope.
Color: Paul Pope, Lee Loughridge.
Rotulista: John E. Workman Jr.
Precio: 22 € (Cartoné, 256 págs.)
Paul Pope es uno de los artistas “alternativos” más talentosos en activo. Creador de una estética tan personal como plástica, gustoso de ser autor completo de sus obras y aclamado por la crítica americana y europea a partes iguales, este estadounidense que cursó estudios de Bellas Artes en la Ohio State University, que reconoce como influencias a Picasso, Moebius, Hugo Pratt, Milton Caniff, Jack Kirby, Alex Toth, o Frank Miller, y que asumió el particular título de “destructor de cómics”, no le tiene miedo al cambio: empezó en la revista Gestalt, irrumpió en el mercado como un terremoto con la autoeditada THB (1994) y ha pasado por editoriales como la japonesa Kodansha, Dark Horse, Marvel, DC o Dargaud, amén de publicar uno de los libros de arte más impresionantes que ha concebido jamás un artista completo de cómics (Pulphope: The Art of Paul Pope, 2007).
Muy dado a la reflexión sobre el medio, temáticamente siempre ha sentido una inclinación a explorar en sus cómic el mundo de laciencia ficción con historias muy pegadas a lo urbano, y precisamente fruto de esta tendencia planteó el núcleo principal de su trabajo en DC Comics como una trilogía temática: “Tenía planeado hacer una trilogía de historias de ciencia ficción ubicadas en un futuro cercano, todas ellas en Nueva York. ConsiderabaBatman: Año 100 la tercera de esas historias. Heavy Liquid, 100% yBatman: Año 100 tienen lugar en el mismo universo, más o menos”. De las tres obras es la primera, Heavy Liquid (1999), la que más abiertamente se puede considerar heredera de Bradbury, Burroughs, Dick y Gibson por su (paradójica) afinidad tanto por el cyberpunk como por la new wave.

Con esta premisa, Pope aprovecha para desatar todo su buen hacer componiendo un mundo extraño, tecnificado pero cercano a la vez, que evoca poderosamente películas como la sobresaliente Días extraños. Un contexto con toques existencialistas cuya elección el autor justifica así: “Las historias que tienen lugar en la época contemporánea tienden a aburrirme, me gusta mucho más lo romántico y el absurdo, me gustan las locuras. No creo que los comics tengan que estar enmarcados en la realidad, me gusta mucho más la imaginación desbordante de Dr. Seuss, Jack Kirby o Moebius”. Pese a todo, lo más importante de este tebeo no es el desarrollo de la trama –algo manida– sino ver al genial artista desenvolverse como pez en el agua para proporcionarnos una singular, hipnótica y plástica experiencia.
El americano usa una composición de página muy regular –en base a viñetas cuadrangulares (a veces trapezoidales) con espacio interviñeta conservado– y emplea las tintas de forma muy poderosa en combinación con solo dos colores (índigo y rojo) que funcionan a modo de filtros de la imagen. Además domina la perspectiva como pocos, e incluso se permite homenajear a sus autores de cabecera en alguna que otra ocasión (como el criminal que usa una máscara picassiana –el caballo del Guernica, en concreto– para ocultar su rostro). Sin embargo, donde Pope resulta apabullante es en el uso de la línea y los volúmenes: los edificios, la arquitectura y los elementos futuristas están definidos de forma precisa y elegante, mientras que el dinamismo de su trazo –grueso, fluido, curvo– y su capacidad de síntesis le confieren una expresividad inusitada. Estilizados, anatómicamente coherentes y definidos a partir de rasgos faciales poderosos (labios carnosos, grandes ojos, pómulos apuntados con tres líneas y narices anchas) los personajes de Pope sólo tienen que contemplarse una vez para permanecer en la memoria.
(Zona Negativa)
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